No me considero una persona interesada en los premios Oscar. Creo que, históricamente, han funcionado como una herramienta que oscila entre lo político y la autoimportancia de la industria estadounidense, lo que termina por convertirlos en un espectáculo que atrae más por sus controversias que por la verdadera celebración de "lo mejor" del cine. Y, como si fuera poco, año tras año siguen deteriorando su reputación, al mismo tiempo que han menospreciado durante mucho tiempo muchos de mis géneros favoritos, como el horror.
Por eso, lo que Coralie Fargeat logra a través de The Substance (2024) es una directa crítica a todo lo que el gremio representa en su interior: lo falso, superficial, explotador y mezquino. La película no se preocupa de ser lo más mínimamente sutil, todo lo contrario, escupe constantemente su mensaje durante todo el largometraje, pero eso no le resta en impacto, sino que le suma mucho en entretención, ya que no se siente para nada predicadora; no nos toma de la mano para guiarnos cuidadosamente a través de su mensaje, más bien, nos lanza de lleno y nos empuja violentamente para que no perdamos ni por un segundo lo que nos quiere contar.
Elisabeth Sparkle (Demi Moore), una olvidada estrella del cine, es despedida de su programa de aeróbicos por su productor Harvey (Dennis Quaid) en su quincuagésimo cumpleaños. Distraída al ver su mundo desmoronarse ante ella, resulta parte de un accidente automovilístico, del cual sale ilesa. Durante la atención médica, el enfermero aprovecho de dejar en su chaqueta un pendrive con información sobre "La Sustancia", un producto del mercado negro que promete darle su mejor versión posible, lo que ella toma como una posible oportunidad para recuperar su vida. Su uso tiene las siguientes reglas: ellas son una misma, la nueva persona debe estabilizarse todos los días y deben cambiar puestos una vez a la semana, sin excusas. El uso de este producto termina por dar a luz a Sue (Margaret Qualley), una variante más joven y bella de Elisabeth, quien toma su puesto en televisión. A A medida que turnan sus semanas, ambas comienzan generar un rencor mutuo; Elisabeth odia el éxito que Sue disfruta por su juventia, y Sue odia lo despreocupada que se ha vuelto Elisabeth, quien dedica sus días en ver televisión y comer desproporcionalmente. Estas diferencias terminarán por crear un conflicto irreparable y que explota en la víspera de año nuevo, día en que esta programado que Sue sea la presentadora del programa más importante del año.
La cinta es correctamente proporcional en todo lo que presenta dentro de su contenido: es feminista, pero no se convierte en una caricatura del movimiento; toca los tópicos de la superficialidad de manera efectiva, sin la necesidad de colmarla de mensajes profundos que terminan más por confundir que aportart; disecciona las relaciones con uno mismo, las parasociales y con los demás con un detalle que no sobrecarga ni descuida ninguna de ella; el edadismo es el foco que abarca todo lo demás (como la sexualización o explotación) y no se desvía innecesariamente para intentar abarcar más de lo necesario. En teoría, es un mensaje directo a la espina que no se toma la molestia de no intentar ofendernos, todo lo contrario, puesto que nos grita en el rostro de manera repulsiva con la intención de cuestionar que postura tomamos al respecto en todo este asunto.
Algo que me llamo la atención de la cinta es el poco guión que hay en su contenido. Esto ayuda a resaltar al cuerpo, lo kinético, como el protagonista indiscutido de la película, cuestión que tanto Moore, Quaid y Qualley integran de manera magistral a sus actuaciones, ya que a su manera todos son adictivos y grotescos visualmente. Los planos y la música parecen salidos directamente de un cine de los 80', elección estética que, personalmente, aprecio bastante. Me atrevo incluso a decir que, de haber visto la película sin información alguna, habría apostado que el director era David Cronenberg, y eso es uno de los mayores cumplidos que podría darle a cualquier pieza cinematográfica.
Me alegro que exista una historia como The Substance. Aplaudo la elección de Coralie Fargeat de evitar esconder su objetivo en un envoltorio innecesariamente complicado; es importante que no quede duda absoluta de que la superficialidad es uno de los grandes demonios que devora nuestra sociedad día a día, queramos ser parte de ella o no. Me entusiasma que el cine de horror pueda ser valorado por el público. Me encanta que se hiciera el uso de efectos prácticos y una estética neoexpresionista; definitivamente no habría tenido el mismo impacto de haber estado saturado de un inerte CGI. Me entristece que Ray Liotta falleciera antes de grabar sus escenas, pero David Quaid fue un reemplazo a la talla. Admiro a Demi Moore y Margaret Qualley, ambas dispuestas a filmar sus escenas cuando la trama golpea a ambas de manera muy personal. Estoy satisfecho luego de ver The Substance, y no puedo más que recomendarle a todo quien lea esto que haga lo propio.
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