Tuesday, March 11, 2025

The Substance (2024), de Coralie Fargeat

  

"¿Has soñado alguna vez con una mejor versión de ti mismo/a?"

No me considero una persona interesada en los premios Oscar. Creo que, históricamente, han funcionado como una herramienta que oscila entre lo político y la autoimportancia de la industria estadounidense, lo que termina por convertirlos en un espectáculo que atrae más por sus controversias que por la verdadera celebración de "lo mejor" del cine. Y, como si fuera poco, año tras año siguen deteriorando su reputación, al mismo tiempo que han menospreciado durante mucho tiempo muchos de mis géneros favoritos, como el horror.

Por eso, lo que Coralie Fargeat logra a través de The Substance (2024) es una directa crítica a todo lo que el gremio representa en su interior: lo falso, superficial, explotador y mezquino. La película no se preocupa de ser lo más mínimamente sutil, todo lo contrario, escupe constantemente su mensaje durante todo el largometraje, pero eso no le resta en impacto, sino que le suma mucho en entretención, ya que no se siente para nada predicadora; no nos toma de la mano para guiarnos cuidadosamente a través de su mensaje, más bien, nos lanza de lleno y nos empuja violentamente para que no perdamos ni por un segundo lo que nos quiere contar.

Elisabeth Sparkle (Demi Moore), una olvidada estrella del cine, es despedida de su programa de aeróbicos por su productor Harvey (Dennis Quaid) en su quincuagésimo cumpleaños. Distraída al ver su mundo desmoronarse ante ella, resulta parte de un accidente automovilístico, del cual sale ilesa. Durante la atención médica, el enfermero aprovecho de dejar en su chaqueta un pendrive con información sobre "La Sustancia", un producto del mercado negro que promete darle su mejor versión posible, lo que ella toma como una posible oportunidad para recuperar su vida. Su uso tiene las siguientes reglas: ellas son una misma, la nueva persona debe estabilizarse todos los días y deben cambiar puestos una vez a la semana, sin excusas. El uso de este producto termina por dar a luz a Sue (Margaret Qualley), una variante más joven y bella de Elisabeth, quien toma su puesto en televisión. A A medida que turnan sus semanas, ambas comienzan generar un rencor mutuo; Elisabeth odia el éxito que Sue disfruta por su juventia, y Sue odia lo despreocupada que se ha vuelto Elisabeth, quien dedica sus días en ver televisión y comer desproporcionalmente. Estas diferencias terminarán por crear un conflicto irreparable y que explota en la víspera de año nuevo, día en que esta programado que Sue sea la presentadora del programa más importante del año.


La cinta es correctamente proporcional en todo lo que presenta dentro de su contenido: es feminista, pero no se convierte en una caricatura del movimiento; toca los tópicos de la superficialidad de manera efectiva, sin la necesidad de colmarla de mensajes profundos que terminan más por confundir que aportart; disecciona las relaciones con uno mismo, las parasociales y con los demás con un detalle que no sobrecarga ni descuida ninguna de ella; el edadismo es el foco que abarca todo lo demás (como la sexualización o explotación) y no se desvía innecesariamente para intentar abarcar más de lo necesario. En teoría, es un mensaje directo a la espina que no se toma la molestia de no intentar ofendernos, todo lo contrario, puesto que nos grita en el rostro de manera repulsiva con la intención de cuestionar que postura tomamos al respecto en todo este asunto.

Algo que me llamo la atención de la cinta es el poco guión que hay en su contenido. Esto ayuda a resaltar al cuerpo, lo kinético, como el protagonista indiscutido de la película, cuestión que tanto Moore, Quaid Qualley integran de manera magistral a sus actuaciones, ya que a su manera todos son adictivos y grotescos visualmente. Los planos y la música parecen salidos directamente de un cine de los 80', elección estética que, personalmente, aprecio bastante. Me atrevo incluso a decir que, de haber visto la película sin información alguna, habría apostado que el director era David Cronenberg, y eso es uno de los mayores cumplidos que podría darle a cualquier pieza cinematográfica. 

Me alegro que exista una historia como The Substance. Aplaudo la elección de Coralie Fargeat de evitar  esconder su objetivo en un envoltorio innecesariamente complicado; es importante que no quede duda absoluta de que la superficialidad es uno de los grandes demonios que devora nuestra sociedad día a día, queramos ser parte de ella o no. Me entusiasma que el cine de horror pueda ser valorado por el público. Me encanta que se hiciera el uso de efectos prácticos y una estética neoexpresionista; definitivamente no habría tenido el mismo impacto de haber estado saturado de un inerte CGI. Me entristece que Ray Liotta falleciera antes de grabar sus escenas, pero David Quaid fue un reemplazo a la talla. Admiro a Demi Moore y Margaret Qualley, ambas dispuestas a filmar sus escenas cuando la trama golpea a ambas de manera muy personal. Estoy satisfecho luego de ver The Substance, y no puedo más que recomendarle a todo quien lea esto que haga lo propio.

Monday, February 3, 2025

Midsommar (2019), de Ari Aster

 

"Que comiencen las festividades."

El cine de terror, al igual que cualquier otro género, ha mostrado una clara evolución a lo largo de los años. En los años 50, el sci-fi horror alcanzó su auge, centrado en lo desconocido y los experimentos fallidos. Durante los 60, la Hammer se erigió como la reina indiscutida con sus reimaginaciones de los clásicos de Universal. Los 70 marcaron la gran época de los seductores giallo, mientras que en los 80, los slashers con asesinos imparables y los litros de sangre dominaron las pantallas. Los 90 trajeron consigo una fusión con la tecnología emergente y el meta horror, y en los 2000, los jump scares junto al found footage tomaron el protagonismo. Finalmente, en la década de 2010, el cine de terror dio un giro hacia la naturaleza misma del ser humano: ya no se trataba de monstruos debajo de la cama, fantasmas que aparecían en los momentos más inesperados o el gore de las eternas franquicias. Ahora, el terror se encuentra en las relaciones humanas, los oscuros secretos del alma y los mensajes sociales que se ocultan disfrazados detrás de lo paranormal o lo fantástico.

Ahora, este cambio de enfoque requirió mentes innovadoras que transformaron esta nueva visión en el canon del género, y en este sentido, Robert Eggers, Jordan Peele y, la estrella de esta ocasión, Ari Aster, son figuras clave. Aster, en particular, ha logrado llevar el terror a una nueva dimensión, donde lo inquietante no solo radica en lo sobrenatural, sino también en las profundidades de la psique humana y las complejas dinámicas de las relaciones personales o familiares.

De los tres directores mencionados, Ari Aster —quien ya tenía en sus manos la confianza  de los fanáticos gracisas a su película debut Hereditary (2018)— es quien más se enfoca en explorar el dolor en la esencia misma del individuo. De esta manera, él aborda cómo los secretos, la cobardía, las mentiras y el egoísmo no solo nos afectan a nosotros, sino que tienen un impacto profundo en quienes nos rodean. Estos aspectos, inevitables en nuestra condición humana, a menudo se emplean con la intención de proteger a los demás o a nosotros mismos, lo que crea una paradoja fundamental en sus mórbidos relatos. Esta compleja dinámica es la piedra angular de su segundo trabajo, la cinta de folk horror Midsommar.

Dani (Florence Pugh) atraviesa una relación tormentosa con su novio Christian (Jack Reynor), que se complica aún más cuando su hermana comete un doble homicidio-suicidio, acabando con la vida de sus padres y la suya. Christian, por su parte, tiene planeado un viaje con sus amigos Mark (Will Poulter), Josh (William Jackson Harper) y Pelle (Vilhelm Blomgren) a la comunidad natal de este último, el Hårga, en las tierras rurales de Suecia. Devastada por la tragedia familiar, Dani decide acompañarlos. En ese lugar, el grupo de jóvenes se va a encontrar con que las festividades del solsticio de verano no son lo que ellos esperaban. Sacrificios, drogas, fanatismo y violencia son solo alguno de los rituales que esta sociedad utiliza para realizar sus celebraciones, algo que Christian y los otros aprenderán de una u otra manera.


Bien. Uno de los estándares que siempre he utilizado para juzgar películas es cuan serio se toman a ellas mismas; por lo mismo, no es lo mismo comparar cintas como City of God o Irreversible con Halloween o Black Christmas, aún cuando las cuatro son piezas cinematográficas magistrales. Ca una apunta a cierto público, con determinados gustos y en géneros que tienen reglas sus propias reglas. ¿Qué pasa entonces con este trabajo de Aster? Que se muestra absolutamente severo desde el primer minuto, lo que me obliga a tomar una postura similar para intentar comprender el mensaje que la cinta me quiera dar. Esto implica que debo prestar atención tanto a los detalles más pequeños como a los más amplios: los personajes, su desarrollo, la trama y cómo se va tejiendo a lo largo de la película, la imagen, el clímax y, finalmente, el final. 

El resultado final de este forzado ejercicio no termina por convencerme tanto como esperaba, ya que se queda corto en ciertos aspectos, incluso con su duración de más de dos horas. Los elementos folclóricos de la película son, sin duda, su punto más fuerte, ya que logran crear una atmósfera onírica y alucinógena que mantiene al espectador en un constante estado de ansiedad. Sin embargo, esta atmósfera se pierde cuando se trata de conectar con los personajes, quienes se sienten incompletos más allá de las características de comportamiento que se les asignan al principio (el nerd, el desagradable, el misterioso, etc.). Esto termina por romper la inmersión, ya que nos obliga a cuestionar muchas de las decisiones que toman, lo que hace que la profundidad del argumento termine por eclipsar la caracterización de los personajes.

Si bien aplaudo el guión terrenal, las diversas temáticas que se intentan explorar —soledad, depresión, relaciones tóxicas, dependencia, entre otras—, y las actuaciones, especialmente la excelente interpretación de Florence Pugh, estas terminan quedando subyugadas por el escenario material en el que se desarrolla la historia. Esto hace que la sutileza se pierda entre los montajes, transformándose en un ejercicio puramente estético. En definitiva, se percibe mucha apariencia y poca sustancia.

Señalar que Midsommar es una mala película sería deshonesto, ya que presenta una premisa interesante —una especie de actualización de lo visto en The Wicker Man— y cuenta con actuaciones que cumplen dentro de un escenario místico que contribuye a crear una atmósfera terrorífica. Más bien, podría decirse que es una película que se siente a medias, que tuvo que decidir entre priorizar el mensaje o desarrollar personajes que contribuyan a una historia cohesiva. Ari Aster opta por crear un mensaje conflictivo, centrado en el choque de los sentimientos de la naturaleza humana pero impulsado por lo visual más que psicológico. Desde ese punto de vista, podemos decir que consigue su objetivo, pero no sin hacer sacrificios que reducen lo que podría haber sido una épica pieza de horror folclórico a un filme correcto con tintes psicológicos y vestido de horror pagano.


Saturday, January 11, 2025

Sleepaway Camp II: Unhappy Campers (1988), de Michael A. Simpson

"Cuando vayas de campamento solo lleva lo esencial."

La fiebre del slasher horror que se vivía por los años 80' comenzaba a bajar su temperatura estrepitosamente a finales de la década. Las interminables secuelas de las franquicias más exitosas ya comenzaban a demostrar señales de fatiga creativa, además de desviarse más por el camino de la comedia que el suspenso, enfoque del que no se despego hasta los 90'. Fue esta bancarrota creativa la que justifico que cualquier cinta que hubiera obtenido mediano éxito tuviera su obligada segunda parte, cuestión de la que la saga de Sleepaway Camp tampoco pudo escapar.

La película original, dirigida por Robert Hiltzik, no es más que un slasher del montón en cuanto a contenido, pero con un final tan memorable que le ha otorgado el estatus de clásico de culto, y más importante, una taquilla de más de once millones de dolares de un presupuesto de solamente trescientos cincuenta mil. Todos estos ingredientes cocinaron una idea en la mente de uno de los productores de la primera cinta, Jerry Silva, quien convenció a la sórdida compañía Double Helix para atiborrarse los bolsillos con una (innecesaria) continuación de la saga de Angela Baker. La idea les gusto tanto que escogieron a Michael A. Simpson como director no de una, sino que de las dos secuelas que planeaban lanzar. Efectivamente, para mantener el presupuesto a menos de un millón se filmo la parte dos y tres de manera continua.

Sleepaway Camp II: Unhappy Campers transcurre cinco años después de los eventos de la cinta madre. Angela (Pamela Springsteen) ha completado su tratamiento psicológico -electro shock incluido- y es contratada en el mejor empleo posible para ella: consejera en el campamento de verano Rolling Hills. A pesar de esto, las viejas costumbres no son sencillas de eliminar, ya que Angela mantendrá su cruzada de darle una lección a todos aquellos adolescentes que prefieran fornicar en vez de cantar canciones de fogata, drogarse en vez de nadar en los claros ríos o tomar fotos desnudas de sus compañeras en vez de a la naturaleza. En esta oportunidad, el grupo de adolescentes esta formado por variopinto grupo de previsibles clichés, como la promiscua Ally (Valerie Hartman),  el atractivo Sean (Tony Higgins) y la bonachona Molly (Renée Estevez). 


El resultado es un filme que no se esfuerza lo más mínimo en crear una atmósfera de suspenso o de intentar crear algo de tensión, todo lo contrario, pone todos sus esfuerzos en las escenas de asesinatos –algunas ingeniosas, muchas del montón, una sencillamente brutal- y en los one liners de Angela antes de cada ejecución, lo que le otorga a la comedia todo el protagonismo en la película. Lo que en muchas ocasiones podría significar una razón para alejarse en este caso es lo contrario, ya que Pamela Springsteen hace la diferencia en su papel de asesina slasher, y no porque sea una gran actriz necesariamente, más bien por su contagiosa energía en el rol que deja en evidencia que disfruto cada segundo al interpretar a la transtornada Angie, lo que se transmite gloriosamente al espectador, quien también va a disfrutar, a pesar de la edición caótica y las actuaciones de plástico. Destaco la participación de la banda canadiense Anvil en la banda sonora con "Straight Between the Eyes" and "Wild Eyes", porque el heavy metal siempre hace una excelente pareja junto al horror.

Sus cortos 80 minutos de duración le acaban por jugar a favor al mantener un ritmo ágil que, aunque en su mayoría no espectaculares, no escatima en las matanzas en pantalla. También cuenta con varios homenajes a otros titanes del género (como Halloween, Friday the 13th, Texas Chainsaw Massacre y A Nightmare on Elm Street) y, sorpresivamente, también cuenta con varios guiños sutiles al largometraje original, lo que demuestra respeto al material precursor,  algo que los fanáticos siempre pueden agradecer. Eso sí, no esperen encontrar un plot twist como el de la primera parte, aquí se trata de seguir la fórmula de la década en cuanto a cine slasher, nada más.

Sleepaway Camp II: Unhappy Campers no se preocupa de ofrecer absolutamente nuevo ni para el género ni tampoco la historia de Angela, pero logra tomar el escenario de la propuesta original para crear un filme sencillo, barato y ridículo que logra ser lo suficientemente entretenido para no hacer sentir al público que no perdió su tiempo por completo, y cuando se trata de estas secuelas con el signo dólar marcado por todas partes, para este humilde bloguero, eso es más que suficiente. 


Wednesday, January 1, 2025

He Knows You're Alone (1980), de Armand Mastroianni

"Todas las chicas estan nerviosas la noche antes de su boda, pero esta vez... ¡hay una buena razón!"

Los 80’ fueron una época de glorioso descubrimiento para la humanidad. Madonna cantaba sobre la liberación de perder la virginidad, el heavy metal se apoderaba de las juventudes rebeldes con su rapidez y sonido arrollador, los colores neón vestían las noches  de brillo fosforescente, la industria pornográfica comenzaba a asomarse al mainstream y las mujeres comenzaron a usar llamativos vestidos ajustados que resaltaban sus curvilíneas figuras. Pero, además de todo eso,  despertaba otro fenómeno que se apoderaría de la década y saciaría el ansia de sangre y violencia de toda una generación: el cine de horror slasher.

Lo que empezó con un carácter más subterráneo de la visión de Mario Bava (Bay of Blood), continuo de manera sigilosa por Tobe Hooper (The Texas Chainsaw Massacre) y Bob Clark (Black Christmas), se estructuro por John Carpenter (Halloween) y se consolidó por Sean S. Cunningham (Friday The 13th), fue entonces tomado por Armand Mastroianni para crear He Knows You’re Alone, cinta de 1980 que puede jactarse de ser uno de los primeros clones de lo que los antiguos escultores del genero se tomaron años para edificar.

La trama sigue a Amy Jensen (Caitlin O'Heaney), una joven mujer pronta a casarse pero que tiene segundos pensamientos sobre si esta lista para tal compromiso. Al mismo tiempo, somos testigos de los asesinatos cometidos por Ray Carlton (Tom Rolfing), un psicópata que se volvió loco tras ser abandonado por su novia, a quien asesina el día de su boda con el detective Len Gamble (Lewis Arlt), quien ha jurado encontrarlo y llevarlo a la justicia. No pasará mucho tiempo hasta que este asesino se interese en Amy, ya que sus víctimas comparten la idea del matrimonio o el compromiso.

Afirmar  que esta película es una de las copias más tempranas de Halloween no es una simple exageración; es posible apuntar con el dedo algunos planos que son demasiado similares como para llamarlos tan solo un tributo  (Amy caminando por la acera de regreso a su hogar), así como es posible señalar a la banda sonora, que toma el clásico tema de la película de Carpenter y lo reinterpreta con el simple cambio de una nota para que el descaro no sea demasiado obvio. Ahora bien, uno imaginaría que el calcar un proyecto como la historia de Michael Mayers resultaría en un producto, por lo menos, entretenido. Lamentablemente no es así; las actuaciones en su mayoría no logran convencer, las muertes son casi todas insípidas (exceptuando la brutal imagen del tanque de peces en el acto final) y la dirección no termina de construir una atmosfera lo suficientemente de suspenso ni tampoco es demasiado violenta para entrar de lleno en el horror. Pero no teman, ya que cuenta con la innecesaria -o tal vez sí, dependiendo del elegante lector/a- escena de desnudos que se volvería un ingrediente infaltable del género.

No todo es negativo. El trabajo de Mastroianni se puede jactar de ser influyente, puesto que la estructura de la escena metacinematográfica del comienzo se repite en la mucho más famosa Scream 2 (Wes Craven), además ser el debut en la pantalla grande de Tom Hanks. Sí, Tom Hanks, cuyo personaje resulto tan carismático que los productores cambiaron de opinión a último minuto y decidieron dejar a su personaje vivo. Llama la atención como muchos actores de grandes producciones le deben sus primeros pasos al mal visto cine de horror, ¿verdad?

He Knows You’re Alone comete el peor de los pecados de basarse en obras anteriores, ya que no ofrece nada absolutamente nuevo que justifique su existencia y, de hecho, logra avejentar a pasos muy rápidos la fórmula del slasher, lo que vuelve el filme pesado en su hora treinta y cuatro minutos de duración. Al parecer, su único propósito era servirse de lo que estaba de moda de momento para asegurar una buena taquilla, cuestión que logra con creces: con un presupuesto de 300 mil dólares logro embolsarse la no modesta suma de 4 millones, todo un éxito. De todas maneras, el director pasaría a dirigir obras más interesantes, e históricamente es una pieza interesante para los fanáticos del slasher.